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NOVIEMBRE 2005 - Volumen: 80 - Páginas: 29-37
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El sueño de Lisboa Desde la celebración de la Cumbre de Lisboa de marzo de 2000, se ha hecho muchas veces referencia a la declaración formulada en ella: para 2010, Europa llegaría a ser la Economía basada en el Conocimiento más competitiva y dinámica del mundo. Ahora se considera que esto, más que un objetivo correctamente establecido, fue algo así como un simple deseo, o tal vez un sueño: la realidad actual es que, no solamente no se ha progresado en el sentido pretendido, sino que más bien se han perdido posiciones. Además, parece que Europa está también en desventaja, en lo que a productividad se refiere (y para mayor desdicha, España está en la cola de productividad de Europa). Desde luego que se aducen razones que explican lo sucedido; se recuerda el problema del envejecimiento de la población europea, la incorporación de nuevos países cuyas economías son menos vigorosas que la de los miembros actuales, todo lo referente al coste de las prestaciones sociales y a ciertos aspectos de la legislación laboral, a la recia competencia de EE.UU. y de algunos países asiáticos, etc. Siempre hay explicaciones para el fracaso, pero las razones que se presentan se refieren a cuestiones que no eran desconocidas cuando se formuló la Declaración de Lisboa. Y ahora que ya tenemos conciencia de todas estas circunstancias, que parecen que se nos habían pasado por alto, ¿qué vamos a hacer? ¿Vamos a renunciar a ser la Economía más avanzada, vamos a seguir manteniendo el objetivo desplazándolo, tal vez, en el tiempo, o quizás nos plantearemos ocupar un puesto másmodesto en la escala? Es cierto que ciertas medidas de carácter institucional, tomadas por la Unión Europea o por sus miembros, afectan a las economías de los Estados y a la del conjunto de Europa, pero no es lo único. El otro factor (que a veces parece olvidarse) es la mayor o menor capacidad de las empresas, como tales, para competir, y esto depende en gran parte de los recursos con los que cuentan, especialmente de los de carácter estratégico y de su capacidad de gestionarlos. Los diversos tipos de recursos de la empresa. Los recursos con los que cuenta una empresa pueden clasificarse en las cinco categorías siguientes (Fig. 1): - Las personas. - La tecnología. - La organización. - Los recursos inancieros. - Otros medios materiales. Mediante el empleo conjunto de todos ellos, la empresa desarrolla su actividad. Todos son necesarios, pero su naturaleza y el modo y la medida en que contribuyen a los resultados del negocio son muy diferentes; merece la pena realizar una reflexión, aunque sea rápida, acerca de las peculiaridades y la incidencia de cada uno de ellos en el potencial de competitividad de la empresa. Una forma de valorar la el impacto que cada uno tiene en la competitividad es analizar en qué medida pueden contribuir a crear una diferenciación con relación a otras empresas de su sector. El epígrafe “Otros recursos materiales” incluye los activos que, como los inmuebles, el mobiliario, los medios de desplazamiento, etc., no están relacionados con el desarrollo de una actividad empresarial específica. No constituyen un elemento decisivo para los resultados empresariales y no proporcionan un factor de diferenciación, por lo que no afectan de forma sensible a la competitividad.
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