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FEBRERO 2000 - Volumen: 75 - Páginas: 28-34
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A partir de la II Guerra Mundial, la industria manufacturera inicia su rampa de desarrollo realmente sorprendente. La tecnología se alimenta a sí misma y tenernos procesos cada vez más complicados que nos permiten obtener materiales y equipos más sofisticados, siendo estos elementos los que, de una u otra forma, pasan a formar parte del proceso productivo o de control. Es el cielo que se realimenta y que ha conseguido que el crecimiento industrial y tecnológico haya sido exponencial en esta última etapa del siglo XX. Asimismo, durante la segunda mitad de este siglo, se va pasando paulatinamente de un mercado de demandada, donde lo más importante era producir y producir sin una preocupación excesiva en el coste, a un mercado de oferta donde aparece la competencia industrial y no sólo hay que producir, sino hacerlo bien y con el menor coste posible, tratando de situar nuestra oferta entre las más competitivas del mercado. Si éste era ya un hecho en las economías nacionales con barreras arancelarias protectoras, se ha visto fuertemente incrementado con la internacionalización y globalización de los mercados. Ahora, estrategias basadas demanda el fabricante suma al coste de producción, de un determinado bien, el beneficio que considera razonable obtener y como resultado obtenemos el precio de venta final del producto. En un mercado de oferta, tan sólo tenemos que cambiar uno de los sumandos al otro lado de la igualdad y ahora puesto que el precio va a venir fijado por el mercado, el beneficio será el resultado de restar el coste de ese precio ya fijado. Es decir, nuestro beneficio será tanto mayor, cuanto menor sea el coste necesario para producir el bien. Sin duda, matemáticamente ambas ecuaciones son la misma, pero evidentemente reflejan realidades distintas. Algo parecido ocurre en el mercado con la calidad y el plazo de entrega. Si acaso, incluso con más radicalidad, no superar unos determinados niveles exigidos por los clientes dejaría el producto fuera de mercado incluso con precios sensiblemente más bajos. En el precio, en la calidad y en el plazo de entrega están al orden del día y todas ellas están íntimamente afectadas por el concepto de coste de producción. Características como las mencionadas han pasado de ser definidas por el suministrador a ser determinado por el mercado o, lo que es lo mismo, por el suministrado. Es decir, lo que antes podía ser una ventaja competitisa, ahora es un requerimiento del mercado. Tomemos como ejemplo el precio y veamos su comportamiento en ambos tipos de mercado. En un mercado de oferta, tan sólo tenemos que cambiar uno de los sumandos al otro lado de la igualdad y ahora puesto que el precio va a venir fijado por el mercado, el beneficio será el resultado de restar el coste de ese precio ya fijado. Es decir, nuestro beneficio será tanto mayor, cuanto menor sea el coste necesario para producir el bien. Sin duda, matemáticamente ambas ecuaciones son la misma, pero evidentemente reflejan realidades distintas. Algo parecido ocurre en el mercado con la calidad y el plazo de entrega. Si acaso, incluso con más radicalidad, no superar unos determinados niveles exigidos por los clientes dejaría el producto fuera de mercado incluso con precios sensiblemente más bajos.
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