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ABRIL 2003 - Volumen: 78 - Páginas: 17-18
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La apertura de las primeras grandes vías de comunicación ferroviaria bajo las montañas ha marcado el camino para el predominio del hombre sobre la Naturaleza. El tren comenzó a caminar sobre carriles en Inglaterra, país de suaves colinas pero prácticamente desprovisto de montañas; en los primeros años de su expansión, los ferrocarriles encontraron ríos y valles que superar pero no montañas. Cuando el nuevo invento se extiende a la Europa continental, el panorama toma otro aspecto, especialmente en esa inmensa zona en el centro del Continente, que está dominada por la cadena montañosa de los Alpes. Al principio, los trenes se detenían al pie de las montañas y los viajeros que debían trasladarse a la otra vertiente transbordaban en diligencias de caballos en la época de buen tiempo y sobre trineos en invierno. En tiempos de paz no se necesitaba más, pero la guerra, que siempre encuentra el dinero necesario para sus empresas, había abierto directamente una primera Galería del Simplón, que hizo excavar Napoleón. En 1800, el Primer Cónsul había llevado a Italia el grueso de sus fuerzas a través del paso del Gran San Bernardo, pero, previendo que debería necesitar más adelante utilizar la vía del Simplón, hizo perforar en 1801 un túnel de carretera en aquel monte, que quedó terminado en septiembre de 1805.
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