REVISTA DE INGENIERIA DYNA

Volumen:

38

Número:

4

Editorial:

EDITORIAL ABRIL 1963

Entre un angustioso silencio, durante el cual «se puede oir caer un alfiler» y el estruendoso estallido de una explosión que nos obliga a «taparnos los oídos», existe en la vida humana una vasta gama de ruidos más o menos desagradables que aumentan de día en día con los progresos de la industrialización, del tránsito, de la mecanización y de todas las manifestaciones del trabajo humano, en general. El hombre moderno se ha dado cuenta de la influencia fisiológica y psicológica de los ruidos excesivos sobre su ser, que afectan su salud, su bienestar y su capacidad de trabajo y trata por esto de evitarlos o de reducirlos en lo posible, aparte de que ciertos ruidos acusan a veces imperfecciones en el funcionamiento de algún mecanistno. La natural demanda de máquinas silenciosas para determinados fines, por ejemplo, en clínicas, aparatos domésticos, ascensores, etc., hace necesario un pequeño estudio fundamental sobre la clasificación correcta de las máquinas o, dicho en general, de las fuentes de ruido, en ruidosas y silenciosas, aceptables o no aceptables. Para ello no hay que fiarse simplemente del oído humano, ya que es un aparato auditivo muy imperfecto, que además resulta diferente de una persona a otra, que no tiene la suficiente memoria para hacer comparaciones exactas y cuyas sensaciones no pueden expresarse en cifras y dependen en sumo grado de circunstancias y condiciones poco claras o incluso indeterminables. Hay que sustituir el oído humano por algún instrumento o por procedimientos de medida acústicos que sean objetivos, cuyas indicaciones sean fácilmente controlables y puedan reproducirse a cualquier tiempo, pero ,que al mismo tiempo den una imagen más o menos verídica de la sensación auditiva que produce el oído humano, es decir, que en cierto modo representen un oído patrón.