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MAY 2004 - Volume: 79 - Pages: 6-12
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Responderemos a la cuestión que se plantea como título en un sentido ponderado y ecuánime: tanto la organización como el ingeniero comparten responsabilidades éticas; si bien, de manera diversa y desigual. “TECNOCRATISMO”, “MORALISMO” Y “HEROÍSMO” A mi modo de ver, hay tres formas bastante frecuentes de plantear mal la cuestión de la Ética Profesional del ingeniero en el marco organizativo: “la idiología tecnocrática”, “la moralina” y “la mitificación del heroísmo”. Por “ideología tecnocrática” entiendo el enfoque que trata de inmunizar a la ciencia, la técnica y la tecnología frente a los cuestionamientos morales. Según este punto de vista, el ingeniero sería, simple y exclusivamente, un profesional experto en resolver problemas de índole técnica, en los que, por definición, no hay lugar ni para los juicios morales ni para los valores éticos. Sensu contrario, llamo “moralina” a la versión de la Ética que propone una moralidad inoportuna, huera, superficial, plagada de lugares comunes y de pías exhortaciones al bien, sin tener en cuenta suficientemente ni los procesos reales por lo que discurre la práctica profesional ni las restricciones instrumentales ni las mediaciones institucionales concretas. Por ello, aunque con gran frecuencia logra articular discursos bien trabados y grandilocuentes, a la postre resulta ser bastante simplista y muy poco útil a la hora de tomar decisiones. En consecuencia, el valor de estos planteamientos en Ética profesional es no sólo muy cuestionable, sino que, incluso, en ocasiones, tiende a ser realmente negativo. Por lo que respecta a la aludida “mitificación del heroísmo”, hay que indicar que dicho enfoque ha cobrado vuelo entre la opinión pública a resultas de lamentables desastres, bien conocidos y documentados, en los que, de una u otra forma, se hubieron de ver envueltos profesionales de la Ingeniería. Algunos de tales sucesos han dado posteriormente materia para artículos y libros, tanto en el campo de la Engineering Ethics, cuanto en el ámbito fronterizo de la Business Ethics. (Téngase en cuenta que, en el fondo, tanto la una como la otra no son sino “aplicaciones”; es decir: distintas “especies” de un mismo género: la Ética). El caso del Ford Pinto y el no menos famoso del trasbordador espacial Challenger han de ser contados entre los casos más conocidos. Sin embargo, la casuística podría ampliarse ad nauseam también con material europeo o de cualquier otra parte del mundo.
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