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MAY 2004 - Volume: 79 - Pages: 39-43
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En 1943, el curso de la II Guerra Mundial se había vuelto favorable a los aliados. En enero acabó el asedio a Leningrado y en febrero los alemanes se rindieron en Stalingrado y estaban en retirada ante el Ejército Soviético. En el Pacífico, la agresión japonesa había sido controlada en la batalla del Mar del Coral. Aunque el temor de que la máquina de guerra germana pudiera llegar a utilizar bombas atómicas estaba desapareciendo, muchos de los científicos del Proyecto Manhattan presentían que estaba surgiendo otro nuevo temor: el de una carrera después de la guerra con la proliferación mundial de armas nucleares. En 1944, los físicos tenían pocas dudas de que los ensayos de las bombas resultaran positivos, aunque el primero no tuvo lugar hasta el 16 de julio de 1945. En el Laboratorio de Los Alamos tenía lugar una carrera contra el reloj para el montaje de las bombas. Quizás sea digno de notar que, a pesar de la inminente derrota de Alemania y el hecho de que hubiera una conciencia generalizada de que Japón no disponía de los recursos necesarios para fabricar la bomba atómica, pocos empleados del laboratorio se cuestionaban si el trabajo con las bombas tendría continuidad.
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