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MAY 2000 - Volume: 75 - Pages: 23-24
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Hay un sinfin de desgracias que la gente conoce perfectamente porque, de vez en cuando, las tiene que sufrir materíalmente y el mejor modo de conocer las cosas es sentirlas en la propia carne. Pero hay otras desgracias imponderables cuya existencia pasa enteramente desapercibida en ocasiones, incluso para los mismos que las sufren: Así, nosotros, los que somos católicos, apostólicos y romanos porque hemos tenido la fortuna de nacer en el seno de una comunidad social católica, apostólica y romana, conocemos la desgracia de los paganos que, por haber nacido en el corazón de África o de Asia o en las selvas vírgenes del Brasil, se ven privados de conocer la sublime verdad cristiana. Y esta desgracia, tan evidente para nosotros, es para los propios afectados, no sólo desconocida, sino que también (con desoladora frecuencia) ha sido negada y ferozmente aumentada con el martirio de algún misionero guisado y servido a la mesa (valga la metáfora) de los mismos a quienes quiso llevar la felicidad espiritual del conocimiento del verdadero Dios y el supremo goce de un puesto en el Paraíso.
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