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APRIL 2005 - Volume: 80 - Pages: 13-22
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La vía actual de aprovechar los hidrocarburos para la Automoción se basa en su combustión en motores de explosión de diverso tipo, con el factor común de emitir por el tubo de escape 44 gramos de CO2 por cada 12 gramos de carbono contenidos en el carburante. Esto comporta que la mayor fuente de gas de efecto invernadero sea una actividad muy atomizada, contra la que no parece posible ninguna actuación tecnológica para evitar la emisión o, al menos, capturarla y confinarla. En este artículo se presenta una vía alternativa futura para el aprovechamiento de los hidrocarburos en la Automoción, basada en los avances tecnológicos efectuados en diversos campos, y que podrían confluir en un sector energético-industrial totalmente nuevo, con no menos impacto económico que el hoy día represento por esos dos excepcionales macrosectores que son la industria del automóvil y los mercados de petróleo y gas. Esta nueva vía está inserta en la llamada economía del hidrógeno y en las técnicas emergentes de captura y secuestro de CO2. Para presentar esta alternativa se parte de un análisis somero de la situación actual en lo referente a la problemática de la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera; se continúa con un análisis básico de la descarbonización de combustibles fósiles y la obtención de H2 a partir de ellos; y se plantea como nudo de la cuestión el balance energético de esta alternativa. Por último, se señalan sus implicaciones medioambientales esbozando sus posibles repercusiones socio-económicas. La problemática del efecto invernadero. La tasa actual de emisiones antropogénicas de CO2 es aproximadamente un 25% de la tasa natural de reciclado del CO2 atmosférico a través de la fotosíntesis terrestre (1). Aunque en el ciclo completo carbono-CO2 se han de contabilizar además los intercambios físicos y químicos con los océanos, la cifra anterior revela la existencia de una fuerte perturbación artificial en un ciclo natural cuyo componente atmosférico juega un papel importante en el efecto invernadero y, por ende, en el calentamiento el planeta. Las cifras de concentración molar de CO2 en el aire han crecido con tendencia cada vez más acentuada desde principios del siglo XX, superando ya las 380 ppm molares (2-7). Ello ha movido a definir limitaciones para las emisiones de CO2 y, por otra parte, ha promovido la I+D en varias líneas, con objeto de satisfacer la demanda socioeconómica de energía, sin perturbar un mecanismo como el efecto invernadero, de gran repercusión potencial en el cambio climático. Por otro lado, el 80% de la energía total generada y consumida por la humanidad procede de combustibles fósiles, en cuya combustión se genera CO2 (8). Descontada la biomasa tradicional (leña, etc) los combustibles fósiles representan el 90% de la energía que podría denominarse artificial o tecnológica. Más aún, los combustibles fósiles, en particular los derivados del petróleo, satisfacen casi el 100% de muchos de los usos de transporte, donde la emisión de CO2 resulta muy atomizada. De hecho, el sector Transporte no es de los regulados por las legislaciones vigentes europea y española sobre Derechos de Emisión de CO2 y, sin embargo, contabiliza el 30% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) (9). La gran ventaja del gas natural y de los derivados del petróleo es precisamente su facilidad de combustión en los motores y máquinas apropiados, además de su facilidad de transporte, almacenamiento y distribución.
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