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JANUARY 1977 - Volume: 52 - Pages: 1-10
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Parece ser que los fines de anilenios están llenos de previsiones fatalistas para la Humanidad, al menos los más próxinlos a nosotros. Al final del primer milenio, la peste, la guerra y la expansión del Islam, hicieron pensar a la cristiandad que el fin del inundo estaba en ciernes. Al fin de este milenio la visión Apocalíptica toma la forma del crreeimiento demográfico. El hambre es el monstruo que amenaza a la Humanidad. A tal efecto, el Club de Roma, en los informes presentados en los años 1972 y 1974, aboga por un acrecimiento cero» para poder combatir el fantasma del hambre. Francamente, la idea no es nueva. Ya Malthus, al principio del siglo xix, decía (1) que era necesaria una limitación en el número de matrimonios y en el número de hijos de cada matrimonio para evitar el empobrecimiento progresivo, dada la capacidad limitada de los recursos alimenticios. Al mismo tiempo fijaba un tope. Balzac, que indudablemente debía de haber leído a Malthus, afirma, en 1830 (2), que Francia sería a todas luces incapaz de alimentar una población de 30 millones. La población francesa actual casi duplica esta cifra, sin que se presenten síntomas de inedia. Malthus se mantuvo totalmente ajeno a los progresos técnicos que se estaban desarrollando en su tiempo, lo que dio por resultado el fallo total de sus predicciones. David Ricardo fue el primero en presentar un modelo estacionario, según el cual las economías nacionales tendrían un techo o límite de crecimiento, lo cual sería válido en condiciones de falta de progreso en todos los órdenes, cosa que, por ahora, no se está dando. Sin embargo, es cierto que el mundo tiene una capacidad determinada para alimentar a un cierto número de personas en unas circunstancias dadas. Ante este hecho innegable, infinidad de investigadores han tratado de averiguar cuál es el tope, y dónde hay que pararse. La aparición del hambre en los países en vías de desarrollo provoca el pánico, sobre todo en los países industrializados, en los que los neomalthusianistas abogan por el establecimiento de medios coercitivos para implantar controles demográficos. En 1965 el presidente de los EE.UU., Johnson, afirmó en un discurso que eran más rentables las inversiones deslinadas a ejercer un control demográfico que las de carácter económico. El paso inmediato siguiente sería la declaración firmada, en 1966, por doce estadistas acerca de la importancia de la planificación familiar.
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